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Somos animales en un zoológico

19-07-2007 5:15 AM

Somos animales en un zoológico. Como bestias enjauladas, vemos transitar nuestras vidas a través de gruesos e infranqueables barrotes. Algunos tenemos amplias jaulas de oro en el centro de la plazoleta. Otros, oscuras celdas en los parajes más apartados del parque. Muchos espectadores se congregan alrededor de nuestras jaulas, nos miran con desdén, o nos escrutan detenidamente como tratando de descubrir el por qué de nuestra mera existencia. Giramos una y otra vez en nuestro estrecho espacio deseosos de una libertad inexistente e imposible. Pero otros nos recostamos y miramos displicentemente los árboles a nuestro alrededor, rejocijándonos en nuestra fortuna. “No hay forma más espléndida de vivir”, decímos, inconscientes de nuestro confinamiento perpetuo. ¿Qué clase de retardo mental, qué condición de idiotés ilimitada nos obliga a vivir en semejante condición? ¿Qué placer se puede encontrar en vivir nuestras miserables y enclaustradas vidas sin hacer nada para cambiar nuestra condición?

Me liberé. Yo me liberé. Ante los ojos atónitos de los transeúntes, ante la mirada perpleja y ufana a la vez de mis compañeros de jaula, abrí los barrotes, salí, y corrí. Corrí como antes nunca había corrido animal alguno al liberarse. Ya no más miradas. No más confinamiento. Solo la estepa ilimitada, el cielo y yo. Quizás ya no tenga el filete putrefacto de carne puntualmente todas las mañanas, y quizás tenga que cazar ahora mi propia comida, pero al menos comeré lo que consiga (así sean grillos y saltamontes) con toda la fruición del mundo.

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